Asistentes: Emilio Martínez Leyva, Ricardo Leal, Nacho F. Perandones y José Gabriel Segarra. Ponente: José Gabriel Segarra. Tema: ¿Qué pasa si me quitan el cerebro? ¿Sigo siendo yo?
Dicen que el Ave Fénix es un pajarraco al que dejaron hecho polvo los malos de la película. Los tíos llegaron incluso a prenderle fuego. Al final, como todo el mundo sabe, resurgió de sus cenizas.
Pues bien, esta tertulia científica se parece mucho al bicho ese tan raro. La última entrada de este blog trata del mítico 2020, durante el confinamiento: aquello fue una reunión a través de zoom, cada uno en su casita. Han pasado cuatro años. Algunos se han ido (como el inefable Miñón); otros se han jubilado (Emilio y José Gabriel); Antonio ha optado por Marruecos; Lorenzo está por los alicantes... Los demás seguimos más o menos igual, pero siempre con ganas de juntarnos otra vez para que la magia del saber y del buscar siga viva. Por eso hemos respondido a la llamada de José Gabriel. El lugar ha cambiado: es el bar Brokal, cerca del IES Victoria Kent. ¡Qué satisfacción abrazar a viejos amigos con los que tantos buenos ratos hemos pasado!
Bueno, a lo que vamos. José Gabriel nos propuso la siguiente paradoja: si me quito el cerebro, cambio de pensamientos, luego no soy yo. Vale, pero mis manos y mi voz serán la misma, digo yo. "Pues sí, pues no, pues tal vez". Y ahí empezó la discusión. Los que disfrutaban de una buena cerveza en la mesa de al lado nos miraban atónitos, y no se terminaban de creer que estuviéramos tomando sólo aquarius y cafés. Emilio opinó que todo era cuestión de energía y de las conexiones de nuestro coco que son muyyyy complicadas; Ricardo nos contó varias anécdotas de su prolongada vida que nos hicieron reír, y Nacho se encaramó sin ningún vértigo a las altas cuestiones metafísicas.
Como no conseguíamos ponernos de acuerdo en nada (y esto es lo mejor en esta tertulia), José Gabriel nos pidió que hiciéramos el esfuerzo de pensar qué sería de nuestro yo, si nos quitaban el cerebro cacho a cacho, y nos insertaban luego un micro chip.
A mí eso me impresionó. Me imaginé qué sería de mi vida con un pen drive permanente en el coco. ¿Seguiría siendo del Madrid? De todas formas, quien más quien menos se mostró muy orgulloso de su yo, hicieran lo que hicieran con su cerebro. Se oyó incluso afirmar: "a mí, que me cambien lo que quieran, pero mi yo que no me lo toquen. Faltaría más. Y es que mi yo es... mucho yo".
Y, eso: cada uno se fue con su yo a su casa, pero con unas cuantas preguntas a medio resolver, que son las más apasionantes. ¡Hasta la próxima!