Asistentes: Emilio Martínez Leyva, José Grabiel Segarra, Agustín Blasco, Antonio Miñón, Nacho Fernández Perandones. Ponente: Emilio.
El profesor y compañero Martínez Leyva tuvo a bien esta vez ofrecernos su domicilio como lugar apropiado para nuestras sabias reflexiones. Y, a decir verdad, el inmueble resultó sumamente apropiado.
Apostados en la terraza, con sugerentes vistas de las azoteas de Altabix y un fondo de monte pelado y cielo azul, el ponente y anfitrión se lanzó al ruedo con su teoría del Gran hermano. ¿En verdad vivimos en una sociedad abierta y democrática? ¿No se cierne sobre el ciudadano (que se dice libre) una sombra, a modo de Gran Hermano, levantada sobre los cimientos de las nuevas tecnologías? ¿Orwell tenía razón en su gran novela “1984”? ¿No es verdad que el Estado, y el Gobierno de turno que lo dirige, tiene el poder suficiente para controlar nuestros más mínimos pasos? ¿La seguridad ante el terrorismo internacional es una defensa o una mordaza?
Estas cuestiones se lanzaron al tapete, levantando como polvareda vespertina todo tipo de opiniones. Además, se dio la circunstancia de que José Gabriel y Antonio no se olvidaron de nuestras gargantas, y nos obsequiaron con limoncelo y wiski, respectivamente.
José Gabriel apuntó que la sociedad había avanzado mucho en libertades, en comparación con hace 100 años. Otros no eran tan optimistas, y matizaban que, aunque el ropaje jurídico garantizaba unas libertades básicas, en el día a día, el ciudadano medio estaba vigilado y constreñido en sus libertades, con innumerables normas que condicionaban su vida personal, y con los medios suficientes para saber en todo momento lo que hace o dice por teléfono.
Entre tanto, el contenido de las botellas iba bajando de nivel, lo que favoreció que surgieran otras cuestiones colaterales (que no son del caso), pero que ocuparon buena parte de la velada.
Por ello, hip, la única conclusión en la que todos estuvimos de acuerdo, hip, es que el wiski entra mejor que el limoncelo, hip, pero que a un buen licor, hip, nunca hay que decirle que no, hip, venga de donde venga. En resumidas cuentas, si el Gran Hermano nos ha estado vigilando, peor para él. Seguro que habrá sentido envidia de lo bien que lo hemos pasado esta grata velada.
¡Y muchas gracias, Emilio, por esa casa que sabe acoger a los buenos amigos con tanta hospitalidad!